Hace unos dias atras me lesioné una rodilla.
Cualquiera podría pensar: Marcela vive en Suecia, tecnología de avanzada, los más sofisticados métodos de diagnóstico y tratamientos médicos, un tema menor como es una lesión en una rodilla se resuelve en minutos, o bueno al menos en un par de días.
Yo también pensaba lo mismo. Aunque después de vivir ya un par de años aquí tenía mis dudas. Ya había estado un par de veces en una guardia intentando ser atendida, y había pasado por consultas médicas normales con turno preacordado.
Y confirmé mis sospechas. AUN LOS PAISES DEL PRIMER MUNDO TIENEN GRAVES FALENCIAS EN TEMAS TAN BASICOS COMO LA SALUD.
La lesión ocurrió a partir de un ensayo intensivo de varias semanas. Un viernes después del ensayo presentí que estaba llegando al límite del stress, pero no escuché a mi intuición. El sábado no contenta con todo lo que había bailado ultimamente cruce "el charco" ( el Oresund, el brazo del mar que separa Suecia de Dinamarca) desde Malmö hasta Copenhage, para bailar seis horas!!!!! en el Festival de Copenhage hasta las seis de la mañana. Tenía una excusa válida: quería saludar al Pájaro y Mecha. Volví a Suecia realmente cansada para dar dos clases el domingo por la tarde, de dos horas cada una.
Cuando empecé la segunda clase ya sentía molestias en mi rodilla izquierda. Y cuando terminé la clase ya no pude bailar más. Me quedé en la milonga que hay después de mis clases charlando y con la pierna sobre una silla.
Y allí comenzó un largo peregrinar que paso a relatarles suscintamente.
Lunes. Estuve en cama sin moverme, y rogando que sólo fuera un exceso de entrenamiento, una cuestión muscular que se necesitara un día de reposo. Pero no fue así.
Martes a la mañana, siete y media de la mañana. Entre bostezo y bostezo, llamar a Vardcentralen (el centro médico que me correspondía por cercanía) Cuál es el problema, aqui no tenemos especialista en Ortepedia (en Suecia no existe Traumatologia sino Ortopedia) debería consultar aquí con su médico de familia, cómo que no eligió médico de familia, no le llegó la cartilla, bueno llame mañana para que le destinemos uno.
Miercoles. Un dolor insoportable en la rodilla. Malhumor en aumento porque había perdido mis clases de salsa del martes (hasta ahí no me imaginaba como seguiría mi historia). Venda elástica y analgésicoespecial para deportistas cada cuatro horas recomendado a priori por la farmacéutica.
No logro comunicarme con Vardcentralen. Tomo la decisión desesperada de ir al Akuten, Centro médico de urgencias en español. Y voy a la división Ortopedia. En taxi porque no puedo caminar. Y otra vez lo mismo. Dos médicas jovenes: cuál es el problema, tiene inflamación, puede caminar, cómo fue, cómo lo sintió al principio. Todo esta pesquisa transcurrió estando yo parada del otro lado de la ventanilla, para que determinen si era lo suficientemente urgente o no. Como no supe decir cómo fue, ni cuándo sucedió realmente, consideraron que no era un caso grave que justificara atención de urgencia. Y después me enteré que tenía que llegar al menos con una fractura expuesta para que me atendieran allí.
Juro que no pensé en buenos términos de sus respectivas madres cuando me recomendaron volver a intentar en el Vardcentralen. Pero después me sentí afortunada cuando me enteré que una anciana que se había caído estuvo esperando ocho horas!!!! para que la atendieran. Me lo confirmó el taxista que me llevó en el acto al Vardcentralen.
Yo sabía que era en vano porque a esa hora, después del mediodía ya ningún médico iba a atenderme. Pero persistí en mi intento, llevada otra vez por la desesperación.
Al llegar allí, un cartel en la ventanilla anunciaba "vuelvo enseguida" .Me sentí casi como en Argentina. Pero estaba en Suecia. A esta altura de los acontecimientos parecía una carrera de obstáculos o una prueba a mi capacidad de supervivencia en el norte.
No fue tan enseguida, pero finalmente me atendió la recepcionista, me dijo que no había médicos pero que podía hablar con la enfermera que entendía lo suficiente del tema. Sientese en la sala de espera.
Me senté. Esperé. Un muchacho nigeriano que también estaba allí al rato se fue enojadísimo porque no lo atendían. No logré preguntarle cuánto hacía que esperaba. No aparecía nadie, ni médicos, ni enfermeras, ni siquiera la recepcionista. Y ya no quedaba nadie en el lugar, ni siquiera pacientes.
Al rato apareció la enfermera, y muy sonriente me dijo, bueno si no hay nadie más es tu turno. Me apresuré a seguirla rengueando antes de que decidiera dejarlo para otro día.
Y este es el momento inolvidable para mí de esta anécdota.
Después de algunas preguntas, me quité la venda para mostrarle mi rodilla que a esa altura estaba realmente inflamada.
La mujer miró la rodilla y se quedó perpleja, como si nunca hubiera visto una rodilla en su vida, sin saber que decir ni que hacer. Sólo tenía los ojos clavados en la rodilla y no decía nada. Me di cuenta que del tema no entendía nada. Y que nunca había visto una rodilla, y que muy probablemente ni siquiera fuera enfermera. Y que allí no terminarían mis desventuras.
Resumen: tenía que llamar al día siguiente otra vez a las siete y media de la mañana.
Seguí con mi propio tratamiento, todo el descanso que podía, hielo, y venda elástica.
Jueves. LLamo temprano, esperando conseguir un turno para el mediodía. Me informan que como no había elegido médico de familia me habían asignado a una doctora, la que ellos quisieron, pero que hoy no estaba. Y que llamara mañana. Y que si era tan urgente fuera al Akuten.
Me sentí como un perro persiguiéndose el rabo, una historia de nunca acabar.
Mi dolor iba en aumento. Pero ya no lograba determinar que parte del dolor era la lesión propiamente, y que parte era el miedo a que fuera algo grave, por ejemplo un problema de ligamentos o de meniscos. Mi herramienta de trabajo, como bailarina son mis piernas, y no podía sacarme eso de la cabeza.
Tuve que dar una clase por la tarde que no pude suspender como había hecho con el resto de mis actividades de la semana.
Viernes. Mi última esperanza, si no me atendían hoy iba a pasar el fin de semana sin saber que pasaba con mi rodilla. LLamo temprano, y después de decirme que hoy tampoco está mi médica de familia, y después de escuchar mis ruegos consienten en que me vea otro médico. Me dicen que no es ortopedista, pero que entiende del tema. Pensé inmediatamente en la enfermera que también entendía del tema. Cerré los ojos y pensé que no había nada que pudiera hacer, excepto tomarme un avión al día siguiente y aterrizar en la guardia del Hospital Vicente Lopez, en Buenos Aires. Sí: uno de los tan cuestionados hospitales públicos de Argentina, sin recursos, sin vendas, pero con médicos y enfermeras de verdad, con aparatología suficiente, y con verdadera empatía por el paciente, donde nadie es rechazado aunque no chorree sangre, donde nadie espera más de veinte minutos en una guardia de urgencias.
Y allí voy, dispuesta a todo con tal de saber qué pasa.
El médico me hace las preguntas de rigor. Me hace los examenes de rigor (que yo misma me había hecho, flexión, extensión, torsión hacia un lado y hacia el otro) localiza después de un rato el punto de dolor que yo ya sabía dónde estaba. Y finalmente , después de una semana de intentos fallidos, recibo un diagnóstico: ligamento inflamado por exceso de entrenamiento. No es necesario ningún estudio, porque el médico considera que no sólo necesito descanso y cuando le muestro el analgesico que estoy usando le parece bien. Creo que cualquier cosa que le mostrara le parecería bien. Siga con eso. Pero, aclara, sólo para ponerme los pelos de punta, si en dos semanas no se va, vuelva....
Volver? Jamás, pensé. Creo que prefiero el Hospital Vicente López.
A las dos semanas aún tenía dolor, aunque menos a fuerza de descansar, usar el analgésico y la venda.
Ya pasaron casi tres semanas y recién ahora estoy retomando mi ritmo normal de clases y entrenamiento. Pero nunca supe con certeza qué pasó, ni se solucionó completamente.
Moraleja: Si es bailarín no se lesione en Suecia. Es más, por las dudas ni siquiera venga a Suecia. Porque todavía no tengo experiencia suficiente en otros ámbitos para poder trasmitirle.
Comentario: No hay tierra como la mía.
Cualquiera podría pensar: Marcela vive en Suecia, tecnología de avanzada, los más sofisticados métodos de diagnóstico y tratamientos médicos, un tema menor como es una lesión en una rodilla se resuelve en minutos, o bueno al menos en un par de días.
Yo también pensaba lo mismo. Aunque después de vivir ya un par de años aquí tenía mis dudas. Ya había estado un par de veces en una guardia intentando ser atendida, y había pasado por consultas médicas normales con turno preacordado.
Y confirmé mis sospechas. AUN LOS PAISES DEL PRIMER MUNDO TIENEN GRAVES FALENCIAS EN TEMAS TAN BASICOS COMO LA SALUD.
La lesión ocurrió a partir de un ensayo intensivo de varias semanas. Un viernes después del ensayo presentí que estaba llegando al límite del stress, pero no escuché a mi intuición. El sábado no contenta con todo lo que había bailado ultimamente cruce "el charco" ( el Oresund, el brazo del mar que separa Suecia de Dinamarca) desde Malmö hasta Copenhage, para bailar seis horas!!!!! en el Festival de Copenhage hasta las seis de la mañana. Tenía una excusa válida: quería saludar al Pájaro y Mecha. Volví a Suecia realmente cansada para dar dos clases el domingo por la tarde, de dos horas cada una.
Cuando empecé la segunda clase ya sentía molestias en mi rodilla izquierda. Y cuando terminé la clase ya no pude bailar más. Me quedé en la milonga que hay después de mis clases charlando y con la pierna sobre una silla.
Y allí comenzó un largo peregrinar que paso a relatarles suscintamente.
Lunes. Estuve en cama sin moverme, y rogando que sólo fuera un exceso de entrenamiento, una cuestión muscular que se necesitara un día de reposo. Pero no fue así.
Martes a la mañana, siete y media de la mañana. Entre bostezo y bostezo, llamar a Vardcentralen (el centro médico que me correspondía por cercanía) Cuál es el problema, aqui no tenemos especialista en Ortepedia (en Suecia no existe Traumatologia sino Ortopedia) debería consultar aquí con su médico de familia, cómo que no eligió médico de familia, no le llegó la cartilla, bueno llame mañana para que le destinemos uno.
Miercoles. Un dolor insoportable en la rodilla. Malhumor en aumento porque había perdido mis clases de salsa del martes (hasta ahí no me imaginaba como seguiría mi historia). Venda elástica y analgésicoespecial para deportistas cada cuatro horas recomendado a priori por la farmacéutica.
No logro comunicarme con Vardcentralen. Tomo la decisión desesperada de ir al Akuten, Centro médico de urgencias en español. Y voy a la división Ortopedia. En taxi porque no puedo caminar. Y otra vez lo mismo. Dos médicas jovenes: cuál es el problema, tiene inflamación, puede caminar, cómo fue, cómo lo sintió al principio. Todo esta pesquisa transcurrió estando yo parada del otro lado de la ventanilla, para que determinen si era lo suficientemente urgente o no. Como no supe decir cómo fue, ni cuándo sucedió realmente, consideraron que no era un caso grave que justificara atención de urgencia. Y después me enteré que tenía que llegar al menos con una fractura expuesta para que me atendieran allí.
Juro que no pensé en buenos términos de sus respectivas madres cuando me recomendaron volver a intentar en el Vardcentralen. Pero después me sentí afortunada cuando me enteré que una anciana que se había caído estuvo esperando ocho horas!!!! para que la atendieran. Me lo confirmó el taxista que me llevó en el acto al Vardcentralen.
Yo sabía que era en vano porque a esa hora, después del mediodía ya ningún médico iba a atenderme. Pero persistí en mi intento, llevada otra vez por la desesperación.
Al llegar allí, un cartel en la ventanilla anunciaba "vuelvo enseguida" .Me sentí casi como en Argentina. Pero estaba en Suecia. A esta altura de los acontecimientos parecía una carrera de obstáculos o una prueba a mi capacidad de supervivencia en el norte.
No fue tan enseguida, pero finalmente me atendió la recepcionista, me dijo que no había médicos pero que podía hablar con la enfermera que entendía lo suficiente del tema. Sientese en la sala de espera.
Me senté. Esperé. Un muchacho nigeriano que también estaba allí al rato se fue enojadísimo porque no lo atendían. No logré preguntarle cuánto hacía que esperaba. No aparecía nadie, ni médicos, ni enfermeras, ni siquiera la recepcionista. Y ya no quedaba nadie en el lugar, ni siquiera pacientes.
Al rato apareció la enfermera, y muy sonriente me dijo, bueno si no hay nadie más es tu turno. Me apresuré a seguirla rengueando antes de que decidiera dejarlo para otro día.
Y este es el momento inolvidable para mí de esta anécdota.
Después de algunas preguntas, me quité la venda para mostrarle mi rodilla que a esa altura estaba realmente inflamada.
La mujer miró la rodilla y se quedó perpleja, como si nunca hubiera visto una rodilla en su vida, sin saber que decir ni que hacer. Sólo tenía los ojos clavados en la rodilla y no decía nada. Me di cuenta que del tema no entendía nada. Y que nunca había visto una rodilla, y que muy probablemente ni siquiera fuera enfermera. Y que allí no terminarían mis desventuras.
Resumen: tenía que llamar al día siguiente otra vez a las siete y media de la mañana.
Seguí con mi propio tratamiento, todo el descanso que podía, hielo, y venda elástica.
Jueves. LLamo temprano, esperando conseguir un turno para el mediodía. Me informan que como no había elegido médico de familia me habían asignado a una doctora, la que ellos quisieron, pero que hoy no estaba. Y que llamara mañana. Y que si era tan urgente fuera al Akuten.
Me sentí como un perro persiguiéndose el rabo, una historia de nunca acabar.
Mi dolor iba en aumento. Pero ya no lograba determinar que parte del dolor era la lesión propiamente, y que parte era el miedo a que fuera algo grave, por ejemplo un problema de ligamentos o de meniscos. Mi herramienta de trabajo, como bailarina son mis piernas, y no podía sacarme eso de la cabeza.
Tuve que dar una clase por la tarde que no pude suspender como había hecho con el resto de mis actividades de la semana.
Viernes. Mi última esperanza, si no me atendían hoy iba a pasar el fin de semana sin saber que pasaba con mi rodilla. LLamo temprano, y después de decirme que hoy tampoco está mi médica de familia, y después de escuchar mis ruegos consienten en que me vea otro médico. Me dicen que no es ortopedista, pero que entiende del tema. Pensé inmediatamente en la enfermera que también entendía del tema. Cerré los ojos y pensé que no había nada que pudiera hacer, excepto tomarme un avión al día siguiente y aterrizar en la guardia del Hospital Vicente Lopez, en Buenos Aires. Sí: uno de los tan cuestionados hospitales públicos de Argentina, sin recursos, sin vendas, pero con médicos y enfermeras de verdad, con aparatología suficiente, y con verdadera empatía por el paciente, donde nadie es rechazado aunque no chorree sangre, donde nadie espera más de veinte minutos en una guardia de urgencias.
Y allí voy, dispuesta a todo con tal de saber qué pasa.
El médico me hace las preguntas de rigor. Me hace los examenes de rigor (que yo misma me había hecho, flexión, extensión, torsión hacia un lado y hacia el otro) localiza después de un rato el punto de dolor que yo ya sabía dónde estaba. Y finalmente , después de una semana de intentos fallidos, recibo un diagnóstico: ligamento inflamado por exceso de entrenamiento. No es necesario ningún estudio, porque el médico considera que no sólo necesito descanso y cuando le muestro el analgesico que estoy usando le parece bien. Creo que cualquier cosa que le mostrara le parecería bien. Siga con eso. Pero, aclara, sólo para ponerme los pelos de punta, si en dos semanas no se va, vuelva....
Volver? Jamás, pensé. Creo que prefiero el Hospital Vicente López.
A las dos semanas aún tenía dolor, aunque menos a fuerza de descansar, usar el analgésico y la venda.
Ya pasaron casi tres semanas y recién ahora estoy retomando mi ritmo normal de clases y entrenamiento. Pero nunca supe con certeza qué pasó, ni se solucionó completamente.
Moraleja: Si es bailarín no se lesione en Suecia. Es más, por las dudas ni siquiera venga a Suecia. Porque todavía no tengo experiencia suficiente en otros ámbitos para poder trasmitirle.
Comentario: No hay tierra como la mía.
3 comentarios:
Hola, Marcela. Encantado de haber llegado hasta tu blog, aunque haya sido mediante una entrada antigüa (cosas del google, buscando "lesiones tango").
Por cierto, ojalá tu episodio de lesión, a estas alturas, sea ya tan solo un recuerdo en un blog.
Me presento: Me llamo Santiago, de Barcelona, España. 43 años. Desde hace un tiempo me decidí a aprender tango (ojalá lo hubiera empezado a los cinco años, cuando me cautivó el primero que recuerdo haber oído). Pero el caso es que, en un curso intensivo de milonga y de canyengue, mi rodilla izquierda se plantó. Una sensación de tirantez en la corva me ha puesto a planchar desde hace un mes. Paré creo que aún a tiempo: No se me inflamó, no hubo derrame, ligamentos y meniscos ok. Pero aun sigo con molestias; ahora también en la rodilla derecha, que intenta compensar en lo que puede a la otra.
Aquí (pago una mutua de salud) me atendió un traumatólogo a los dos días. Resonancia magnética tres dias después, y resultados en cinco dias más.
En principio, parece que todo está bien, pero ahí siguen los "clics" y las molestias, que, por cierto, no se si es tu caso, se me agudizan tras conducir en coche (manejar el auto).
Y debo añadir las "molestias psicológicas", porque tengo la continua preocupación de si esto se va a quedar así ya para siempre, y de si no podré volver a hacer los giros y figuras como hasta hora. Pérdida de confianza, y hasta de autoestima. Pues si.
En fin, me gustaría saber cómo te ha ido a ti en todo este tiempo. No hace falta que publiques este mensaje en tu blog, pero sí te agradeceré respuesta.
Te dejo mi email:
sfgarcia@gmail.com
Gracias, y hasta pronto.
Santy
Negrita: Ha pasado mucha agua bajo el puente, muchísima. Pero la vida, que no acepta marchas atras, no puede impedirme que te recuerde, a vos, a Claudio, a los felices 90 y pico en Bs. As. Aun hoy siento la daga del recuerdo en mi costado. Sin reproches, sin balances, sin lágrimas. Un pedazo vital de mi vida vive hoy en Suecia. Yo se que no se puede volver, no lo pretendo. Pero si se puede recordar con cariño, esa pàrte del camino que recorrimos juntos. Te deseo lo mejor, en todos los sentidos, Y que un día podamos bailar un tango en silencio, sin ninguna otra pretención, que no sea mantener en un rincón de la memoria, esos 90 en los que creimos en la felicidad.
Un beso respetuoso, y el deso de felicidad para cada uno de tus pasos.
VD
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